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Billie Eilish está "Happier Than Ever" en su segundo álbum

Y nosotras solo podemos aplaudir por ello.






7 Grammys. Giras multitudinarias por diferentes continentes. Fama y prestigio mundial. Aplausos de la crítica más estricta. Y con tan solo 19 años. Es así como Billie Eilish ha aprendido (o lo está intentando) a vivir en su nueva realidad. Una niña prodigio con muchos monstruos en la cabeza, la denominaban en numerosos medios. Ella misma ha reconocido todo lo que ha sufrido durante toda su adolescencia, en la que solo veía un oscuro final. Gracias a la ayuda de las personas de su círculo cercano y a su propia valentía ha conseguido usar esos demonios en su propio beneficio. Canalizar el sufrimiento y enseñarlo a un público que, sorprendentemente para ella, se ha visto identificado más de lo que le gustaría admitir.


Con su esencia personal intacta, consigue adentrarse en el peligroso mundo de la fama, los abusos y un posible futuro optimista

Explicar esa vulnerabilidad y mayores miedos con cada poro de su piel y en cada hilo de voz ha resultado ser una catarsis para Billie. Y también le ha coronado, sin ella apenas pretenderlo, como referente de la generación Z. Son esos jóvenes, más vergonzosos y a la vez más descarados, los que han entendido a la perfección por todo lo que la artista ha pasado en los últimos años. Esa sensación de ansiedad constante, el miedo por no encontrarse a sí misma, el agobio por la popularidad exhaustiva y los focos cegadores de una sociedad que se escandaliza al ver una mujer que no cumple con los cánones preestablecidos por ellos mismos son las bases para entender cada proyecto de Billie Eilish.



Abrirse en canal y mostrar su lado más crudo lleva siendo su tónica desde que publicó en 2017 su EP don't smile at me y en 2019 el multipremiado WHEN WE GO ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?. Pero esos pensamientos tan intrusivos y dañinos poco a poco necesitan ser controlados para ver más luz a medida que crecemos. No desaparecen, sino que se intenta vivir con y a pesar de ellos. Es así como con el paso del tiempo buscamos ser "más felices que lo que nunca hemos sido". Con esta idea en mente ha nacido Happier Than Ever, el segundo álbum de Billie.


En las 16 canciones que lo conforman vemos recodos del sonido único que solo la artista junto a su gran aliado y hermano FINNEAS pueden lograr. Puede que sea su voz casi susurrante que empasta perfectamente con los efectos sonoros inconfundibles que aportan más luz y oscuridad a cada palabra. O puede que también marque la diferencia la comodidad que tiene la californiana de pasar de un pop más melódico como el fantástico "Halley's Comet" a un tema completamente electrónico y caótico como "Oxytocin". O los pelos de punta que se nos ponen al escuchar frases como "I've had some trauma, did things I didn't wanna. Was too afraid to tell ya, but now, I think it's time" de "Getting Older", el tema que abre y retrata toda la temática del disco.





Billie ha decidido que ya es hora de exponer toda esa presión constante o el "body-slumming" que denuncia en "Not My Responsability", el interludio que ya presentó en su última gira. También se atreve a explicar el peso de la fama, la falta de privacidad en su vida personal y los abusos de la propia industria musical en temas llenos de armonías como "GOLDWING", "OverHeated" o "Billie Bossa Nova". Y no oculta que para conseguir ese amor ideal y que, en estos momentos es casi prohibido, ha sentido el desamor más amargo, como en los singles "Lost Cause", "NDA" (ojo a la increíble transición a "Therefore I Am") o el homónimo "Happier Than Ever". No es casualidad que este tema lo haya estrenado el mismo día que el disco; se trata de una de sus apuestas más complejas y únicas de toda su carrera. Gracias al giro de la base instrumental en el minuto 2:20 de una suave balada a un rock más agresivo, Billie demuestra todo su potencial y deja atrás esa etapa de oscuridad para comenzar a construir una nueva realidad en la que ser feliz algún día.





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